Aletheia, vol. 13, nº 26, e161, junio - noviembre 2023. ISSN 1853-3701
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Maestría en Historia y Memoria

Artículos

Hacia una política de masas: las Fuerzas Armadas Revolucionarias frente a la movilización popular y la apertura constitucional (1972-1973)

Federico Cormick

Universidad Nacional de Moreno / CONICET, Argentina
Cita recomendada: Cormick, F. (2023). Hacia una política de masas: las Fuerzas Armadas Revolucionarias frente a la movilización popular y la apertura constitucional (1972-1973). Aletheia, 13(26), e161. https://doi.org/10.24215/18533701e161

Resumen: Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (1970-1973) fueron una organización armada de la nueva izquierda argentina que se formó en el marxismo, se identificó con el peronismo y apostó a un proceso revolucionario por el socialismo. Pasó de una perspectiva foquista centrada a la lucha armada, a una práctica más amplia que incluía la organización y movilización popular, y la disputa política en ámbitos institucionales. Para fines de 1973 se fusionó con Montoneros, la organización más gravitante de la izquierda peronista. En este artículo analizamos cómo las FAR, manteniendo su condición de organización armada, se volcaron a la organización de sectores populares e incorporaron la actividad política no armada, buscando aportar a un proceso revolucionario en Argentina.

Palabras clave: Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Historia reciente argentina, Nueva izquierda, Peronismo, Organizaciones armadas.

Towards a mass policy: the Revolutionary Armed Forces against the popular mobilization and the constitutional opening (1972-1973)

Abstract: The Revolutionary Armed Forces (1970-1973) were an armed organization of the new Argentine left that was formed in Marxism, identified with Peronism and bet on a revolutionary process for socialism. It went from a focus perspective focused on armed struggle, to a broader practice that also included popular organization and mobilization, and political disputes in institutional settings. By the end of 1973, it merged with Montoneros, the most important organization of the Peronist left. In this article we analyze how the FAR, maintaining its status as an armed organization, turned to the organization of popular sectors and incorporated unarmed political activity, seeking to contribute to a revolutionary process in Argentina.

Keywords: Revolutionary Armed Forces (FAR), Argentine recent history, New left, Peronism, Armed organizations.

Introducción

El proceso de radicalización política que se desplegó en la Argentina desde el Cordobazo en adelante –en un marco más amplio de crisis política abierta tras el golpe de Estado de 1955–, dio lugar a un extenso movimiento contestatario que tuvo entre sus expresiones más destacadas a las organizaciones armadas de la nueva izquierda.

En las últimas décadas este tópico fue abordado desde una corriente que profundizó la teoría de los dos demonios alfonsinista, señalando la existencia de un proceso de “militarización” de estas organizaciones, en el que sus militantes fueron ganados por una lógica irracional (Bufano, 2007); se orientaron por “pulsiones descomedidas”, perdieron cualquier sentido, saber y práctica política, y fueron seducidos por la muerte (Vezzetti, 2009). De esta forma, la nueva izquierda armada aparecía escindida del medio social, carente de toda condición política y perdida por el militarismo.

En un sentido distinto, sin embargo, otros trabajos han profundizado en el carácter político de estas experiencias y sus vínculos con el proceso de radicalización que atravesó a sectores de la sociedad argentina. En este punto, mientras Montoneros y el Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) concitaron mayor atención por ser las expresiones armadas más gravitantes de la izquierda peronista y no peronista, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) fueron por lo general menos estudiadas, tendencia que se está revirtiendo en los últimos años. Justamente, en el marco de esta revaloración de la experiencia de las FAR, en este trabajo buscaremos poner de relieve lo que consideramos un punto de inflexión en su trayectoria, a partir del vuelco de esta organización al desarrollo de un movimiento de masas y la prioridad otorgada a la intervención política no armada, entre 1972 y 1973, una faceta relevante aún insuficientemente explorada, la cual puede brindar nuevos elementos para la reflexión sobre el rol de las organizaciones armadas de la nueva izquierda y las discusiones sobre la “militarización” en el período,.

Inicialmente los trabajos que dieron cuenta de la experiencia de las FAR estaban vinculados principalmente con ex militantes de FAR y/o Montoneros (Amorín 2005; Chaves y Lewinger 1999; Flaskamp 2002; Mero, 1987), o con trabajos más amplios, ya sea sobre Montoneros (Bartoletti, 2011; Caviasca, 2013; Gillespie, 2011) o las organizaciones armadas en general (Calveiro, 2005; Hilb y Lutsky, 1984; Ollier, 1986). En cambio, salvo algunos antecedentes puntuales (Caviasca, 2006; González Canosa, 2007), los estudios sistemáticos sobre las FAR en el marco académico se desarrollaron recién en la última década (Campos, 2015; Custer, 2016, 2020; González Canosa, 2012, 2018), presentando los principales avances en el último año (Custer, 2021; González Canosa, 2021).

En el trabajo de González Canosa (2021), uno de sus mayores méritos consiste en la reconstrucción pormenorizada del proceso de conformación de las FAR a lo largo de la década del ’60. El centro de su reflexión gira alrededor del proceso de “peronización” de las FAR, que aportó al específico “cauce de radicalización política” de la organización realizado a partir de de una “doble ruptura” frente a las posiciones provenientes de la izquierda “tradicional”: la revisión de su posición frente al peronismo, y el cambio en las formas de la acción política, rechazando la intervención institucional tradicional y adoptando la lucha armada. Con esta base, la autora avanza sobre la “etapa de desarrollo de las FAR” entre 1970 e inicios de 1973, incluyendo una aproximación “de modo panorámico” al análisis de los vínculos de las FAR con el movimiento de protesta social. Por su parte Custer (2021), atendiendo al período que se extiende entre julio de 1970 y mayo de 1973, señala que la incorporación del peronismo dotó de un mayor “eclecticismo” a la estrategia de las FAR, analiza pormenorizadamente su práctica armada en el período y luego avanza en una reflexión sobre la vinculación de la organización con el movimiento de masas. Según el autor, estas dos últimas esferas aportaron a una estrategia revolucionaria que preveía una serie de momentos, partiendo del grupo inicial dedicado de forma exclusiva a la actividad militar, y ampliando paulatinamente la integración e influencia sobre otros sectores con la apuesta a su “militarización” en la perspectiva de conformar un Ejército Popular. Así ambos trabajos realizan aportes significativos sobre las FAR y el creciente vínculo y organización de sectores populares no armados a partir de 1972, más allá de que –por distintas razones– se extienden hasta la asunción de Cámpora, dejando pendiente el último trayecto de la organización, que acompañó el proceso de confluencia con Montoneros hasta su consumación en octubre de 1973.

Tomando estos aportes como punto de partida, y trabajando con diversas fuentes primarias, en este artículo nos propondremos analizar en particular una inflexión que se dio a partir de 1972 y que puede ser pensada como una nueva “ruptura” en la medida que implicó una revisión de una serie de prácticas y presupuestos constitutivos de las FAR. Esta inflexión se dio en el marco de cambios políticos importantes en el país, anticipados con el impulso del Gran Acuerdo Nacional (GAN) por parte de la dictadura de Lanusse, que se propuso buscar una salida política ante una situación de crisis y convulsión social, y cristalizados con la apertura política que llevó al peronismo al gobierno en 1973. Así, en un período que se extiende desde 1972 hasta la confluencia con Montoneros en octubre de 1973, las FAR realizaron dos movimientos simultáneos: 1) Un vuelco en la prioridad de la acción política, que pasó de gravitar en la lucha armada a centrarse en el movimiento de masas como canal destacado para la disputa de proyectos; y 2) Una redefinición de la perspectiva sobre el sistema institucional, que pasó del rechazo a cualquier tipo de intervención a una participación efectiva en las elecciones y la gestión del nuevo gobierno peronista. Esto, a su vez, implicó una actualización de las definiciones político/estratégicas de las FAR, incorporando elementos que no estaban contemplados en su momento formativo, como la posibilidad de alianzas con sectores de la “burguesía nacional”, y la valoración de etapas o momentos intermedios en el proceso revolucionario como paso previo a la conquista de una sociedad socialista, lo que se plasmó en el apoyo y la apuesta a la radicalización del gobierno peronista. Se trató de una reconfiguración en la cual, una experiencia armada como las FAR, sin abandonar su condición de organización político-militar, resignificó distintas esferas de la actividad política, ponderando la movilización popular y la acción política no armada, aspectos que colaboraron con la confluencia con Montoneros, que ya en 1973 se había constituido no sólo en la organización armada más influyente del país, sino en la principal referencia política de la izquierda peronista.

El momento militar

Las FAR irrumpieron en la escena pública el 30 de julio de 1970 con la toma de la localidad bonaerense de Garín, y se perfilaron pronto como una de las organizaciones armadas de carácter nacional, junto a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL), Montoneros, PRT-ERP, y algo más tarde la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO). Su emergencia fue parte del amplio proceso de contestación social, que puede rastrearse desde la resistencia al golpe de Estado de 1955, y que tuvo como punto de inflexión la ampliación exponencial de la movilización contra la dictadura de la Revolución Argentina a partir del Cordobazo de 1969, y la proliferación de organizaciones armadas de nueva izquierda.

En pocos años la organización pasó de contar por decenas a centenares de militantes,1 se estableció en varias regionales (Buenos Aires, La Plata, Córdoba, Tucumán, Santa Fe, Mendoza) extendiendo su incidencia a otras zonas geográficas, y amplió su influencia sobre diversos ámbitos de organización social y política no armados.

Buena parte de su militancia se había formado en los primeros años ’60 en el Partido Comunista (PC) y otras fuerzas como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria-Praxis. Sin embargo, como parte de las primeras experiencias de la nueva izquierda del período (Tortti, 2021), estos/as militantes dejaron atrás las prácticas políticas de lo que consideraban una “izquierda tradicional” sumida en el institucionalismo y el pacifismo, y se volcaron a la lucha armada, lo que los/as llevó a explorar el proyecto guevarista de revolución continental constituyendo columnas argentinas del Ejército de Liberación Nacional que encabezó Ernesto Che Guevara en Bolivia.

Desde su aparición pública y al menos hasta los primeros meses de 1971, las FAR apelaron de forma exclusiva a la lucha armada, entendiendo que la conformación del núcleo político-militar era el punto de inicio de su estrategia revolucionaria. Su impronta foquista los/as llevaba a sostener que “la vinculación con las masas […] se logra con las mismas acciones”.2 En consecuencia, sus integrantes se habían retirado de la militancia pública y eran combatientes de una organización centralizada y piramidal, que empezó a realizar decenas de acciones armadas.3 Para entonces las FAR mostraban una formación marxista y una perspectiva política antioligárquica y antiimperialista, con fuerte influencia guevarista y la aspiración de forjar una sociedad socialista,4 mientras discutían a su interior la posible “opción por el peronismo”.5 Destacaban a la clase obrera como fuerza motriz de la revolución, cuyo interés era “cada vez más coincidente con el interés nacional”, y en cambio visualizaban un “inexorable proceso de liquidación de la burguesía nacional”.6 Consideraban, además, que luego de la anulación de las elecciones de 1962 y del golpe de Estado de 1966, no había ningún lugar para una “salida electoral”,7 añadiendo que “Contra este sistema no cabe la negociación ni ninguna forma de pacto o tironeo”, y era necesaria la “destrucción inmisericorde y completa de todas sus instituciones”.8 En ese marco las FAR cuestionaban “la falsa disyuntiva entre la lucha armada y la lucha política”, y polemizaban con quienes los acusaban por “desechar la importancia de la lucha política por haber elegido el camino de las armas”, señalando que éstos “olvidan que esta lucha no es más que la política por otros medios”.9

A inicios de 1971, la conjunción de la crisis económica, social y política, agudizada por la radicalización social que había dado lugar a un nuevo alzamiento popular con el Viborazo, convencieron a la dictadura militar de dar un paso atrás y prometer una apertura política con la aspiración de canalizar el conflicto social y ganar estabilidad por medio del GAN. Por lo pronto, las FAR cuestionaron a los “gorilas disfrazados de corderos” que proponían “juego limpio” y elecciones10 y se mantuvieron “al margen de la perspectiva electoral”.11

Al mismo tiempo, sin embargo, se registran los primeros pasos de un desplazamiento importante. Por una parte, la organización asumió formalmente al peronismo como identidad. Carlos Olmedo, principal dirigente de las FAR, señaló a “la experiencia peronista de nuestra clase obrera como el umbral histórico y el protagonista histórico de nuestra liberación”, lo que llevaba a “la asunción plena de esa experiencia, de sus logros, de sus aciertos y de sus limitaciones”. Señaló además, que en la “experiencia anticapitalista del pueblo peronista” residía “en estado práctico” la posibilidad de un futuro socialista.12 Con ello las FAR, que ya tenían un vínculo previo con las FAP convergieron con éstas, con Montoneros y con Descamisados, en el impulso de las Organizaciones Armadas Peronistas (OAP), proyecto que se extendió hasta inicios de 1972. Hasta entonces, de todas formas, las FAR no habían definido participar activamente en las “estructuras” del movimiento.

Al adoptar la identidad peronista las FAR se plantearon una disputa a dos bandas, por la “visión legítima” (González Canosa, 2021) tanto del marxismo, tal como se expresó en sus debates con el PRT-ERP (Campos, 2015), como del peronismo, planteando una perspectiva revolucionaria en contraste con la derecha y la ortodoxia peronista.

Si la opción por el peronismo se fundaba en la voluntad de confluencia con sectores más amplios del movimiento popular, esta apuesta empezó a explorarse en la segunda mitad de 1971. La propuesta inicial consistió en “articular” las “formas de lucha popular, con la lucha armada revolucionarla”13 y se tradujo en la directiva de “impulsar y desarrollar la relación con las organizaciones de bases peronistas” y “articularnos progresivamente con ellas en el marco de la confluencia, sin reemplazarlas en su trabajo y sin asumirnos como brazo militar de su trabajo”.14 Así, el planteo de “extensión de la guerra” ya presente a fines de 1971, incluyó la ampliación del accionar armado, pero también el objetivo de “vincular a la guerrilla con las otras formas de lucha popular”, promoviendo orientaciones para sectores “de base”, que estaban impregnadas de cuestiones militares (“propagandizar la estrategia de la lucha armada”, “convertirse en red de captación y reclutamiento de militantes para la guerra popular”, dar “apoyo logístico”) pero que incluían también la voluntad de “Conducción táctica de las movilizaciones populares”. Se señalaba además, “la diversidad de los medios y la identidad de los fines” entre las experiencias “de base” y las organizaciones armadas, añadiendo que “unas y otras constituyen en definitiva los embriones del Ejercito del Pueblo”.15 Así, ya a fines de 1971 la organización fue “articulando” su militancia con algunas expresiones de “superficie”, principalmente universitarias (Custer, 2021) como el Frente de Agrupaciones Eva Perón (FAEP) o la Corriente Estudiantil Nacionalista Popular (CENAP). También se registran los primeros pasos de organización barrial16 y obrera, por ejemplo en el SITRAM en Córdoba (Rojo, 2018). De todas formas, aún a inicios de 1972 se sostenía que la lucha armada y la acción de masas debían encuadrarse en “dos tipos de estructuras organizativas diferenciadas”.17

Hacia el movimiento de masas

Desde 1972, a partir de una serie de elementos convergentes, las FAR iniciaron un pasaje hacia un vínculo orgánico con sectores del movimiento de masas que dejaría atrás la mera “articulación”. La coyuntura nacional mostraba un escenario de disputa política, atravesado por la movilización popular y el accionar de las organizaciones armadas, en donde el peronismo y Perón cobraban creciente protagonismo de cara a la posible apertura. Las FAR por su parte, superando duros golpes represivos, seguían operando militarmente y empezaban a consolidarse, ampliando su radio de influencia. En ese marco, ajustando sus orientaciones políticas, la “peronización” asumió una nueva dimensión, expresada en la voluntad de participar y disputar el rumbo del movimiento peronista y sus “estructuras”.

Ya al cierre de 1971, las FAR elaboraron de forma conjunta con Montoneros una respuesta al planeo de las FAP (orientadas al “alternativismo”) que mostraba el inicio de su viraje en perspectiva “tendencista” (Custer, 2021) y que fue criticada por las FAP como “oportunista” por su acercamiento a Montoneros.18 En esa perspectiva, a comienzos de 1972, la organización planteaba la necesidad de apostar a una “alternativa estratégica y organizativa revolucionaria peronista” que le permitiera hegemonizar a amplios sectores radicalizados del movimiento.19 En el plano de la articulación política, esta orientación contribuyó a la clausura de las OAP en abril y la apuesta a la confluencia con Montoneros, expresada pronto en un documento conjunto.20

Esta perspectiva se daba al tiempo que empezaba a tomar forma una rama juvenil del peronismo receptiva de la impronta revolucionaria de las organizaciones armadas. Ya a inicios de 1972 las FAR enviaron su adhesión al acto realizado en Ensenada21 del que participaron algunos miles de activistas, y a partir de entonces acompañaron el proceso y se integraron a la Juventud Peronista (JP) de las Regionales, conformada entre junio y julio bajo una serie de banderas que incluían explícitamente la solidaridad con FAR, FAP, Montoneros y Descamisados. Las FAR plantearon la necesidad de “aunar fuerzas” del “Consejo Permanente de la Juventud, las Agrupaciones de Base y las Organizaciones Armadas”,22 destacaron la “formidable fuerza de movilización popular” de la JP,23 y llamaron a organizarse “barrio por barrio y fábrica por fábrica”, “en los sindicatos”, convocando “a las unidades básicas y a todos los centros de movilización donde haga falta ir”,24 haciendo de “cada Unidad Básica y mesa de trabajo del Frente Cívico un centro de movilización”.25

Esta perspectiva se expresó en una reorientación de las prioridades internas, plasmada en balances que plantearon el problema específico del trabajo con sectores “de base”, no exentos de tensiones cuando se solapaba con la actividad militar.26 También se formaron los “Comandos de Apoyo”, sobre los que hay distintas valoraciones. Custer destaca que fuera un organismo “orientado en una doble dirección tendiente a promover la agitación política reivindicativa bajo el direccionamiento político de la organización y como espacio de reclutamiento de combatientes” (2021, p. 150) y los asimila con las Unidades Básicas Revolucionarias (UBR) promovidas por Montoneros en 1971, mientras González Canosa encuentra que –a diferencia de Montoneros- estos organismos tuvieron poco impacto en la estructuración de nueva militancia no combatiente (2021, p. 214). Esta última perspectiva parece ratificada inicialmente por las FAR al admitir que en muchos casos eran estructuras “surgida[s] de la Organización de Base y no incorporada[s] orgánicamente a la Organización Armada”.27 Aún así, el crecimiento de la influencia de FAR a lo largo de 1972, lleva a pensar en algún tipo de adaptación organizativa, para poder estructurar a estos nuevos sectores, algo que se cristalizó a inicios de 1973, al incorporar el modelo de las UBC en su estructura orgánica.

En este marco, el año 1972 fue el del vuelco de las FAR a organizar de forma directa a sectores populares no armados como parte del movimiento peronista, tal como se registra en las distintas fuentes y en los principales estudios sobre el tema (Custer, 2021; González Canosa, 2021).

En el medio estudiantil, y en particular universitario, las FAR ya habían empezado a hacer pie en 1971 con militantes que eran parte de agrupaciones más amplias, habitualmente sin ocupar lugares dirigentes, y buscando que activistas o pequeños grupos dieran su apoyo a la lucha armada. A partir de 1972, al tiempo que se iba estructurando la JP, fueron ampliando su inserción. En Buenos Aires el vínculo prioritario a nivel universitario fue con la CENAP, que tenía ya años de desarrollo, donde participaban activistas de distintas expresiones del peronismo de izquierda y las FAR fueron hegemónicas en Arquitectura y en Exactas. En La Plata influyeron al FAEP, una escisión de 1971 de la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN), que tenía presencia en la mayoría de las facultades de al UNLP y un planteo radical, en el que se señalaba que “la lucha armada es la forma principal de lucha” y se apostaba a “la toma del poder en función de una Patria Justa, Libre y Soberana: la Patria Socialista”.28 Si bien, había militantes previamente, fue a partir de 1972 que la FAEP se fue enmarcando claramente en el campo de las FAR. También en secundarios, las FAR fueron dando forma a experiencias militantes desde fines de 1971 al menos en Buenos Aires, La Plata y Córdoba, en general con mayor nivel de encuadramiento bajo su órbita, a partir del impulso de agrupaciones como el Movimiento de Acción Secundaria (MAS). Con este recorrido las FAR aportarán, en confluencia con otros sectores de la JP y Montoneros, a la conformación de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), que serán la rama estudiantil de la emergente Tendencia Revolucionaria del peronismo.

Pero el eje principal de la militancia no armada de las FAR fue el trabajo territorial, habitualmente en barrios humildes de las principales ciudades y su periferia.29 También aquí existen ciertas trayectorias previas, en donde activistas o grupos que ingresaron a las FAR en 1971 no abandonaron su presencia en estas barriadas, y algunos militantes ya orgánicos de las FAR iniciaron entonces trabajos territoriales. La inflexión, sin embargo, se dio en 1972, en particular con la emergencia de la JP, que potenció los trabajos preexistentes y dio lugar al crecimiento de la militancia barrial vinculada a las FAR. Se trataba, por una parte, de un trabajo masivo ligado a las reivindicaciones de la población, que llevó al impulso de comedores para la comunidad, salas de salud para la atención primaria, reclamos por vivienda, por la instalación de agua potable, o la resolución del problema de la basura, entre otros ejes. Esta organización se tradujo a nivel político en la participación de estos sectores en columnas y movilizaciones orientadas por la JP cuyo eje fue la campaña por el retorno de Perón. Y en este marco, además, las FAR promovían ámbitos de formación y encuentro para los/as activistas más comprometidos y radicalizados, buscando ligarlos a la perspectiva revolucionaria de la organización. Como parte de esta orientación, el activismo de las FAR se incorporó a Unidades Básicas preexistentes convergiendo con otros sectores del peronismo, e impulsó también otras nuevas que (al igual que otros sectores de la izquierda peronista) tuvieron una impronta revolucionaria, y en varios casos llevaron el nombre de referentes de las FAR como Carlos Olmedo o Juan Pablo Maestre. Esta militancia se desarrolló en todas las regionales donde las FAR tenían presencia. En Capital Federal y numerosas zonas del conurbano bonaerense incluyendo Lanús, Lomas de Zamora, Almirante Brown, San Francisco Solano, Adrogué, Morón, Merlo, San Miguel, General Sarmiento, San Martín, José C. Paz y San Fernando. Se extendió en La Plata, Mar del Plata, Rosario, Santa Fe, Neuquén y Santiago del Estero. En particular en Córdoba, la incorporación a las FAR de la militancia liderada por Rodolfo Vittar, referente de la JP, dio lugar a una inserción territorial significativa en los barrios Matienzo, Villa Adela, Flores, Alberdi, Alto Alberdi, San Ciente, Arguello, Ferreyra y Avellaneda. También en Mendoza, la presencia de las FAR en el armado de la regional sexta de la JP, fue base para su desarrollo en Las Heras, Guaymallen, Rivadavia y Lavalle. También en este caso, la trayectoria de las FAR a lo largo de estos años, le permitió aportar a la convergencia de estructuras territoriales, en particular el impulso del Movimiento Villero Peronista (MVP) en 1973.30

Las FAR buscaron también organizar a activistas de la clase trabajadora. Si bien aquí su desarrollo fue menor, es claro el giro de 1972 hacia una mayor intervención en el movimiento obrero al ampliar los vínculos y participar de agrupaciones sindicales peronistas. En Buenos Aires se realizaron algunos acercamientos (por ejemplo en el Astillero Astarsa, Propulsora Siderúrgica o el Bloque de Agrupaciones Peronistas de Prensa), pero el peso principal del trabajo aparece centrado en Mendoza y sobre todo en Córdoba. En el caso mendocino, una parte de la militancia integrada a las FAR provenía de experiencias ligadas al movimiento obrero peronista local como la Central de Acción Sindical y Adoctrinamiento (CASA), y el Movimiento de la Juventud Peronista (MJP), y sobre esa base sostuvo la militancia gremial. En Córdoba, los contactos desde 1971 con militantes del SITRAM y la incorporación posterior del sector de Vittar colaboraron con una influencia más extendida que ubicó a las FAR como principal armadora local de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), que a nivel nacional empezó a organizarse a fines de 1972. En la memoria de uno de sus principales impulsores, ya en 1973:

Al momento de la fusión, la JTP que adhería a las FAR contaba con compañeros/as en los sindicatos de Fiat, SMATA, ATE, Prensa, Empleados públicos, Suoem, Bancarios, Comercio, Enfermeros, Aoma, Pasteleros, Visitadores Médicos, también teníamos compañeros en el gremio del Caucho, en Luz y Fuerza, Grandes Motores Diesel, Perkins, UTA, UOCRA, Docentes, no Docentes, de los que recuerdo.

El ganar esas elecciones en ATE nos permitió acceder a la conducción de la CGT ocupando la Secretaria de Prensa. También teníamos compañeros en los gremios de Obras Sanitarias. La agrupación mayor era la de Municipales que dirigía Héctor ‘Polo’ Gómez, que contaba con más de 60 compañeros/as. (Luque, 2018, p. 206)

De esta forma, primero la “peronización” de las FAR, y luego su adscripción a una orientación de disputa al interior del movimiento y sus estructuras, encontraron una traducción concreta en el impulso de variadas experiencias de militancia social y política no armada de la JP, orientadas por la militancia de las FAR. Con ello la organización fue ampliando tanto su trabajo en sectores de “base” como su aporte a la movilización política, en particular junto a la JP desde la campaña “luche y vuelve” en adelante, que desde el mes de agosto de 1972 presionó por el retorno de Perón, momento señalado por algunos/as militantes de FAR como aquel en el que “más nos fogueamos políticamente”.31

Sobre esta base, ante el primer retorno de Perón en noviembre de 1972, las FAR realizaron una inflexión importante. Si bien el planteo político incluía “continuar con el proceso de extensión y profundización de la guerra del Pueblo” para avanzar en la “construcción del Ejército Popular”, el eje de la actividad política inmediata consistía en “agitar, propagandizar, movilizar y organizar a las bases de nuestro movimiento en torno a la recepción combativa de nuestro Conductor”.32 En consecuencia, las FAR dejaron a un lado la actividad armada, y se centraron en la movilización de miles de personas desde distintos barrios para la recepción de Perón.33 Entonces, según decían:

Nuestro objetivo político coyuntural fue el lograr el contacto directo del Conductor Estratégico del Movimiento con las masas peronistas. Por eso interrumpimos momentáneamente las acciones militares y nos acantonamos en los barrios en estado de alerta; y por eso nuestros combatientes y militantes participaron activamente en las movilizaciones.34

Esta orientación no implicó la finalización de la actividad armada, reimpulsada en los últimos meses de 1972 y los primeros de 1973.35 Fue sí un anticipo de lo que sería el eje de intervención de las FAR a partir de la llegada de Cámpora al gobierno. Desde entonces la organización -al igual que Montoneros- suspendió las acciones armadas de carácter público y volcó toda su energía a la actividad política y social, aunque sin abandonar su estructuración político militar.

En consecuencia, junto a la JP y Montoneros –que ocupaba un lugar hegemónico-, las FAR participaron activamente en el impulso de la Tendencia Revolucionaria del peronismo estructurada a partir del desarrollo de JP, JUP, UES, MVP, JTP y la Agrupación Evita. Y fueron parte de las principales movilizaciones y conflictos del período como la asunción de Cámpora del 25 de mayo, el proceso de las tomas que le siguió, la movilización a Ezeiza del 20 de junio, y las movilizaciones en el marco de la campaña electoral para la presidencia de Perón donde las columnas de la izquierda peronista llegaron a sobrepasar por mucho las 100.000 personas (Gillespie, 2011; Perdía, 2013).

Participación y disputa institucional

El vuelco hacia la disputa en el seno del movimiento peronista dio lugar a otras modificaciones significativas en las FAR, vinculadas con el plano institucional y la política no armada, algo que se expresó, en primer lugar, en el cambio de política frente a la perspectiva electoral. Aunque su posición inicial había sido de completo rechazo, y esta perspectiva se mantuvo al inicio del GAN, la orientación comenzó a modificarse a mediados de 1972, cuando la campaña empezó a tomar una nueva dimensión.

Entonces, empalmando con la JP y Montoneros, las FAR reclamaron que “las Organizaciones Armadas, las Juventudes Peronistas y el Movimiento sea un solo ariete que golpee desde todos los ángulos y por todos los medios a los usurpadores de turno”, desafiando “a la dictadura a dar elecciones con Perón en la Patria y como Candidato”, aunque aún en junio se referían a las elecciones como un “teleteatro” que habría de fracasar, dando lugar a la ampliación de la lucha revolucionaria.36 Dos meses más tarde los principales referentes de las FAR analizaban una “relación de fuerzas” “desventajosa” para el pueblo, que había permitido a la clase dominante plantear “la lucha en el plano electoral, o sea dentro de los límites de la superestructura política que ella domina”, concluyendo que no podían lanzarse “frontalmente contra el proceso electoral” y apostando entonces a “Impedir que la coyuntura electoral sea negativa para la clase obrera y el pueblo”. En ese marco, valoraban como acertada la iniciativa electoral de Perón, entendida como una acción táctica dentro del campo del sistema, y apoyaban el frente electoral del peronismo37 apostando a convertirlo en “un instrumento de lucha integral contra el imperialismo monopolista, la oligarquía y el Partido Militar”.38

Desde entonces las FAR fueron ligando el planteo electoral a una perspectiva más amplia de radicalización. Decían entonces, “Cuando ellos nos prometan elecciones limpias, respondámosle: elecciones en el 72 con el retorno incondicional de Perón a la patria”;39 “¡Porque a los peronistas nos da el cuero! ¡A las barricadas, a la huelga, a los votos, para apoyar al fusil!”;40 “Si quieren elecciones, se las ganaremos. Si quieren huelgas, se las ganaremos. Si quieren guerra, también se la ganaremos”.41 El planteo iba de la mano de una propuesta política radical:

Cuando nos quieran imponer un programa de gobierno que acate las reglas de juego que ellos mismos impusieron respondámosle: nacionalización de la banca y el crédito, control obrero de la producción, nacionalización de las empresas vendidas al capital monopólico, expropiación sin indemnización de la oligarquía financiera industrial y terrateniente, solidaridad con todos los pueblos del mundo que luchan por su liberación.42

Al definirse la candidatura de Cámpora en diciembre de 1972 las FAR asumieron más intensamente su participación en una campaña que ya tenía perspectiva de realidad, y fueron modificando paulatinamente su caracterización del proceso. Aunque debía tenerse el máximo cuidado con lo que harían los sectores dominantes, las elecciones eran ahora entendidas como una conquista. Según decían: “acorralado por las luchas populares, el enemigo lanza su llamado a elecciones. Claro que no lo hace porque tenga vocación democrática, sino porque piensa a través de condicionamientos y proscripciones, impedir que nosotros los peronistas, tomemos el poder”. El punto, entonces, estaba en mantener la meta del “poder”:

nosotros somos la mayoría del pueblo argentino, y como tal no le tenemos miedo a un enfrentamiento electoral con el enemigo (…) Ahora bien, si el asunto de las elecciones fuera solo poner el voto, serí tarea fácil para el pueblo recuperar el poder perdido en el 55. Pero está claro que no será así. Porque el poder no está sentado en la casa rosada, sino que es hacer lo que el pueblo quiere. Y si el pueblo quiere que no haya más explotación, que la patria se libere del yugo yanqui, y a todo esto, los tenemos a los milicos con los fierros detrás del sillón, diciendo no, no; eso no es el poder, es cualquier cosa menos el poder.43

Aún con estas reservas, las FAR se volcaron de lleno a la campaña, desplegando consignas radicalizadas: “Cámpora presidente Libertad a los combatientes”,44 “Ganar la calle para ganar las elecciones”, “El pueblo vota por el Frente sin dar tregua”,45 “Con el frente justicialista ganaremos las elecciones, con el ejercito peronista tomaremos el poder”.46 Esta intervención ha sido señalada en algunos casos como “una maniobra táctica” (Custer, 2016), con una “estricta lógica instrumental” (González Canosa, 2018), “un simple instrumento táctico” (González Canosa, 2021). Sin embargo, la política de las FAR frente a las elecciones fue modificándose, pasando del rechazo inicial, a una aceptación incómoda (por la imposición de una correlación de fuerzas negativa), y finalmente a su postulación como la tarea política central del momento. Así, a inicios de 1973, las FAR sostenían que al “Aceptar la batalla en el terreno electoral –donde la fuerza del Movimiento es muy grande-” se había podido “dar vuelta la trampa” con lo cual “se produjo una transformación del proceso: las elecciones dejaron de ser una iniciativa del Partido Militar y se convirtieron cada vez más en un arma del pueblo”. De allí que su “objetivo principal” fuera entonces lograr el triunfo electoral, poniendo su atención “en la clase obrera y en la juventud” y dando una “lucha política contra los sectores reformistas y la burocracia traidora” para imponer “las banderas revolucionarias”.47

La profundidad de este viraje, se expresó en las definiciones frente a la apertura política. El posible triunfo electoral e inicio de un gobierno peronista fueron considerados por las FAR como un “paso adelante pero no el definitivo” en el proceso revolucionario. Según decían, “Triunfando en las elecciones habremos ganado una batalla pero no la guerra”. Lo hacían advirtiendo “que no es suficiente ser mayoría; que no es suficiente ganar las elecciones; que no es suficiente llegar al gobierno” para construir un orden social alternativo, puesto que “las mayorías cuando no están preparadas, organizadas, armadas, pueden ser desconocidas por los que tienen la fuerza, por los dueños del poder económico y militar”. Era necesario entonces, “tener la fuerza suficiente para garantizar el respeto de la voluntad de la mayoría y asegurar la estabilidad y plena soberanía del gobierno popular y revolucionario peronista”. Para ello y para alcanzar la efectiva toma del poder, se planteaban sostener “todas las formas de combate, armadas y no armadas” y conformar el “EJÉRCITO PERONISTA, como fuerza hegemónica del campo popular”. Se resignificaba de esta forma el rol de la lucha armada, planteando su vigencia de forma general, pero corriéndola del eje principal de acción inmediata, asignándole para el momento un rol defensivo del nuevo gobierno, y refiriéndose al “ejército” como una organización sostenida en la movilización popular. En consecuencia, la intervención en la nueva coyuntura se centraría ahora en “la organización y movilización de las masas” y en “ir creando las bases organizativas que permitan una participación popular en el nuevo gobierno”, “impulsando el cumplimiento de un programa popular y revolucionario”, en referencia a los elementos más radicalizados del programa del FREJULI.48

A partir de este movimiento, las FAR se involucraron de forma directa en ámbitos institucionales y de gestión, lo que implicaba una evidente novedad. Se trataba de ocupar el gobierno, como canal para un proceso de radicalización.49 Así, Roberto Quieto -quien luego de la muerte de Olmedo en noviembre de 1971 pasó a ser el máximo dirigente de las FAR- participó junto a dos dirigentes montoneros en encuentros con Perón, llevando propuestas de la izquierda peronista para el próximo gabinete. Luego, por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires, militantes de FAR participaron del gobierno de Bidegain encabezando la Dirección General de Agricultura y Ganadería y con importante Influencia en el Ministerio de Obras Públicas (Tocho, 2020); en el gobierno de Martínez Baca en Mendoza dirigieron la Subsecretaría de Gobierno y Municipalidades, la Dirección de Acción Social y fueron parte de la Dirección de Tránsito y Transporte (González Canosa, 2021); y en la provincia de Córdoba contaron tanto con funcionarios de segunda línea (como el secretario privado del Ministro de Gobierno) (Rojo, 2018), como con diputados nacionales, tal el caso de Rodolfo Vittar, uno de los representantes de la JP en el Congreso (Custer, 2021). De esta forma las FAR, junto a la JP y Montoneros, participaron plenamente de la dinámica de radicalización que articulaba la movilización con la participación en instancias de gestión del gobierno peronista (Cormick, 2022).

En este nuevo escenario, las FAR fueron ajustando sus definiciones. Hablaron del gobierno peronista como una “etapa de transición” para orientarse hacia “la toma del poder económico y militar”. Esto suponía una lógica de disputa, en donde el apoyo y la defensa del gobierno, iban de la mano de su control, y donde la garantía de un rumbo revolucionario residía en la permanencia de la organización y la movilización, en la “efectiva participación de las masas” en el gobierno,50 y que tenía como reaseguro su condición de organización político militar. En ese sentido, Quieto señalaba:

Nosotros nos planteamos la tarea de controlar el cumplimiento del programa enunciado en las pautas programáticas previas al acto electoral que fueron ratificadas, profundizadas y desarrolladas por el compañero Cámpora en el discurso del 25 de mayo dirigido a la Asamblea Legislativa. Los límites de nuestro apoyo están dados por el cumplimiento de esas pautas y los enunciados contenidos en el discurso mencionado.51

Las FAR enfatizaban estos ejes, al valorar una serie de iniciativas del gobierno vinculadas con la política internacional, la “recuperación” de la Universidad, la liberación de los presos políticos y la reversión de la estructura represiva de la dictadura, pero señalando al mismo tiempo que

algunas medidas económicas como el escaso aumento salarial, el congelamiento de las paritarias y el aumento de las tarifas de los servicios públicos y de combustibles no satisfacen las expectativas y necesidades populares. Es que sólo se podrá lograr una más justa distribución de la riqueza llevando a la práctica transformaciones que afecten a los intereses monopólicos y oligárquicos52

Esta orientación, implicaba la disputa en el peronismo frente a “los traidores al Frente y al Movimiento” que “se oponen al trasvasamiento generacional, a la actualización doctrinaria”53 y “pretenden convertirse en custodios de una victoria que no contribuyeron a lograr”54 Se trataba, para los/as referentes de las FAR, de una “contradicción dentro del peronismo” que expresaba “la contradicción entre la clase obrera y la burguesía”.55 Sin embargo, como parte de los ajustes políticos que llevaron a la participación en el FREJULI y a apoyar al gobierno como un momento de transición, las FAR fueron incorporando la idea de un “frente” que incluyera, ya no solo a la clase obrera peronista, sino también a fracciones de la burguesía, para oponerse al capital concentrado. Ahora, según las FAR, el eje de la contradicción y de la lucha en la Argentina “enfrenta a la alianza constituida por el imperialismo y la oligarquía nativa (alta burguesía industrial, financiera, comercial y agropecuaria) con la clase obrera, demás sectores populares y la mediana burguesía urbana y rural”. Sobre esa base, se trataba de desarrollar al movimiento peronista, “de características fundamentalmente antimperialistas, antimonopólicas, y antioligárquicas” para desplegar un “movimiento de liberación nacional de masas”.56

Finalmente, FAR y Montoneros sellaron su confluencia y el acto del 17 de octubre en Córdoba ofició como su formalización. Allí Quieto disputó –nuevamente- la visión legítima del peronismo y del marxismo. Así arremetió contra los “sectores que existen dentro del movimiento y que se han olvidado de la consigna Liberación o Dependencia, del imperialismo, de los monopolios, de la oligarquía, y que en cambio han decidido que la lucha principal pase por la depuración ideológica”. Y discutió con la izquierda no peronista por poner “en el plano principal contradicciones o enfrentamientos que son secundarios en esta etapa”, reclamando en cambio la construcción de “un frente de liberación nacional en el que participen todas las clases y sectores sociales interesados en el enfrentamiento contra el imperialismo y la oligarquía, bajo la conducción de la clase trabajadora a través del movimiento peronista”.57 El discurso ante unas 15.000 personas expresó, de algún modo, el punto de llegada de las FAR, una organización armada que apostó al peronismo como canal de un proceso revolucionario que debía dar lugar al socialismo, y para eso incorporó, junto a la lucha armada que había sido el eje de su actividad inicial, la organización popular y la disputa política e institucional en un plano no armado, entendiendo que todas estas esferas se articulaban en pos de una misma perspectiva revolucionaria. A partir de entonces, la historia de las FAR se integrará ya definitivamente con la de la de Montoneros.

Consideraciones finales

La conformación de las FAR ha sido pensada, de forma muy interesante, como el fruto de una “doble ruptura” (González Canosa, 2021). Esa inflexión inicial, sin embargo, derivó por carriles disímiles. Por una parte, la adopción del peronismo fue profundizada, pasando de una identificación con la experiencia de la clase obrera peronista, a una práctica política que incluyó la participación y disputa en el seno del movimiento peronista, lo que implicó una inflexión de gran importancia. La otra “ruptura” sufrió modificaciones que alteraron y en ciertos aspectos revirtieron sus elementos constitutivos. Éstos consistían en la incorporación de la lucha armada como eje central de acción política, pero además –como contraparte–, suponían el corrimiento frente a otras formas de intervención política, el deslinde inicial del movimiento de masas, el distanciamiento frente a las opciones institucionales, la idea de un proceso revolucionario que no tenía etapas intermedias y que no daba lugar a alianzas con sectores de la burguesía, entre otros elementos significativos. Sin embargo, como se ha visto, reflexionando sobre el período que se extiende desde inicios de 1972 hasta fines de 1973, la modificación de estos aspectos ha sido significativa, al punto que puede expresar una nueva “ruptura” en las prácticas políticas de las FAR, ya que éstas, manteniendo su condición de organización armada como resguardo estratégico, definieron como tarea principal la intervención en el movimiento popular a partir de prácticas no armadas, y actuaron en consecuencia. En este punto, creemos que es importante atender, no solamente a la dimensión estratégica e ideológica de esta experiencia, sino también a sus derivaciones tácticas y sus traducciones en la práctica política efectiva. En ese sentido, si bien las perspectivas iniciales de la estrategia de las FAR podían orientarse hacia una “militarización” de una parte del movimiento popular (Custer, 2021), la práctica política que dio respuesta a una coyuntura específica de apertura constitucional, parece orientarse en un sentido distinto.

De esta forma, con el paso de la acción puramente militar a la actividad centrada en el movimiento de masas, y con la incorporación de mediaciones y propuestas tácticas que buscaban establecer puntos de apoyo para avanzar en su perspectiva estratégica, las FAR se incorporaron plenamente a la disputa en un campo de la política al que hasta el momento habían mirado con desconfianza. Este movimiento se hizo sin abandonar la perspectiva de lucha armada, pero incorporando a ésta en un planteo más amplio de acción política. En este recorrido la intervención táctica, pasó a ocupar una mayor relevancia para alcanzar la perspectiva estratégica de la conquista del poder y del socialismo. No casualmente, la decisión de jugar un rol en el impulso de la campaña electoral de Cámpora, fue de la mano de otras opciones tácticas, como fueron la militancia por programas intermedios (en particular el cumplimiento del programa del FREJULI), la participación en instancias de gobierno, la disputa desde la calle para su radicalización, o el impulso de la campaña presidencial de Perón. Como parte del mismo movimiento, debemos mencionar la caracterización del gobierno peronista como un período de transición, al entender como viable la posibilidad de acompañar a un gobierno que no implicara una ruptura con el capitalismo, en la medida en que tomara medidas que pudieran aportar a un proceso de radicalización.

Finalmente pensamos que estas reflexiones sobre la experiencia de las FAR –tensionando aquellas lecturas que ven un abandono de la política por parte de las organizaciones armadas– brindan una serie de elementos que contribuyen a analizar los vínculos entre las organizaciones armadas de la nueva izquierda, el movimiento popular y los distintos planos de la acción política, entendiéndolos como parte de un mismo entramado social, y con ello aportar a la reflexión general sobre la Argentina de los ’70.

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Notas

1 En 1970 las FAR no superaban 80 militantes (Custer, 2021) y su número creció como mínimo a 200 combatientes (González Canosa, 2021).
2 FAR, “Con el Fusil del Che”, Granma, 11/12/70.
3 Ollier (1986) registra 39 acciones entre 1970 y 1972. González Canosa (2021) se refiriere a un promedio de una acción por mes. Custer (2020) enumera cerca de 180 acciones.
4 FAR, “Comunicado Nº1”, 07/70; Cristianismoy Revolución, (25), 09/70
5 Pilar Calveiro. Entrevista del Archivo Oral Memoria Abierta, Buenos Aires, 6/10/2006.
6 FAR, “Una respuesta al documento del ERP”, s/f [1971].
7 FAR, “Con el Fusil del Che”, op.cit.
8 FAR, “Los de Garín”. Cristianismo y Revolución, (28), 04/71
9 FAR, “Los de Garín”, op. cit.
10 FAR, “Expropiación de armas de Ejercito”, 04/71
11 FAR, “A nuestro pueblo” (Dock Sur), 30/04/72.
12 FAR, “Los de Garín”, op. cit.
13 FAR, “Los de Garín”, op.cit.
14 FAR, “El combate de FIAT”, s/f [1971]
15 FAR, “13 Preguntas a las FAR”, Nuevo Hombre, (17), 10/11/71
16 Antonio Barrientos. Entrevista del autor, Buenos Aires, 29/06/2022
17 FAR, “Extensión de la guerra”, 02/72. Citado en: FAR, “Actualización política”, 09/72
18 FAP, “Respuesta al documento ‘Propuesta para la reconstrucción de las FAP’”, 1972.
19 FAR, “Síntesis del informe sobre el movimiento y la izquierda”, 01/72. Citado en Custer, 2016: 90
20 FAR y Montoneros, “Opiniones sobre los problemas centrales de la guerra revolucionaria en esta etapa”, 10/08/72.
21 El Descamisado Nº8, 10/07/73
22 FAR, “Mensaje de las FAR al homenaje de la JP por los fusilamientos del 9 de junio de 1956”, 9/06/72
23 FAR, “A nuestro pueblo”, La Plata, 30/06/72
24 “Las FAR y el ajusticiamiento del General Juan Carlos Sánchez”, Punto Final Nº162, 18/07/72
25 FAR, “Declaración enviada al Acto de homenaje a Eva Perón”, 28/07/72
26 FAR, “Actualización política”, 09/72
27 FAR y Montoneros, “Opiniones…”, op. cit.
28 “Reportaje al Frente de Agrupaciones Eva Perón de La Plata”, 18/07/72. En Baschetti (1995), p. 431.
29 Entrevista citada a Antonio Barrientos. Mercedes Depino, entrevista de Memoria Abierta, 28/11/2003; Juan Ivo Koncurat, entrevista de Memoria Abierta, 30/11/2001. Alfredo Ayala, entrevista de Luciano Alderete, Buenos Aires, 2020
30 Entrevista citada a Alfredo Ayala.
31 Susana Vega. Entrevista realizada por Revoluciones, 21/08/2020. Disponible en: https://revolucionesdotnet.wordpress.com/
32 FAR, “Mensaje al acto de la JP realizado en la Facultad de Arquitectura de Buenos Aires”, 9/11/72
33 Entrevista citada a Antonio Barrientos
34 FAR, “El General Perón ya está con su pueblo”, 23/11/72
35 FAR, “Ajusticiamiento F. Moreno”, 22/01/73; FAR, “Objetivos y métodos de nuestra producción operacional”, 01/73
36 FAR, “A nuestro pueblo”, op.cit.
37 FAR y Montoneros, “Opiniones…”, op.cit.
38 FAR, “Actualización política”, op.cit.
39 FAR, “Declaración enviada…”, op.cit.
40 FAR, “A los peronistas nos da el cuero ¿vio?”, 08/08/72
41 FAR, “Leña a los oligarcas”, 15/10/72
42 FAR, “Declaración enviada …”, op.cit.
43 FAR, “Compañeros de Deca”, s/f. [cc 12/72]
44 FAR, “Compañeros de Deca”, op.cit.
45 FAR, “Informe Interno”, 12/03/73
46 FAR, “Con el Frente al gobierno, con el ejército peronista al Poder”, s/f [cc 02/73]
47 Ibídem
48 Ibídem
49 FAR-Montoneros, “Perón y el pueblo al poder”, s/f [cc 04/74].
50 FAR-Montoneros, “FAR y Montoneros al pueblo de la Patria”, El Descamisado Nº2, 29/05/73
51 FAR-Montoneros: “Conferencia de Prensa”, El Descamisado, (4), 12/06/73
52 FAR, “Defender la victoria”, 20/06/73. En Baschetti, 1996, p. 87
53 FAR-Montoneros: “Conferencia de Prensa”, op.cit.
54 FAR, “Defender la victoria”, op.cit.
55 “Habla sobreviviente de Masacre de Trelew. Entrevista a María Antonia Berger”, Punto Final Nº189, 31/07/73
56 FAR, “Aportes críticos de las FAR al ‘Documento Base para la Reactualización de la Línea Político-Militar’”, 15/09/73. En Baschetti, 1995, p. 617
57 El Descamisado, (23), 23/10/73

Recepción: 13 Julio 2022

Aprobación: 03 Septiembre 2022

Publicación: 01 Junio 2023

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