Aletheia, vol. 13, nº 26, e159, junio - noviembre 2023. ISSN 1853-3701
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Maestría en Historia y Memoria

Dosier:
A 50 años de 1973. Argentina, Chile y Uruguay

Maternidad y acción política: tensiones y estrategias de mujeres opositoras a la dictadura cívico-militar en Iquique (1973-1989)

Karelia Cerda Castro

Universidad de Tarapacá, Chile
Gabriela Saavedra Morales

Universidad de Tarapacá, Chile
Nicole Muñoz Flores

Universidad de Tarapacá, Chile
Cita recomendada: Cerda Castro, K., Saavedra Morales, G. y Muñoz Flores, N. (2023). Maternidad y acción política: tensiones y estrategias de mujeres opositoras a la dictadura cívico-militar en Iquique (1973-1989). Aletheia, 13(26), e159. https://doi.org/10.24215/18533701e159

Resumen: Durante la dictadura cívico militar chilena, distintos sectores sociales se movilizaron contra el régimen, siendo las mujeres un grupo importante en la lucha antidictatorial presente en múltiples espacios organizativos. Este artículo tiene por objetivo analizar desde una mirada crítica y enfoque de género, distintas trayectorias de activismos de mujeres madres opositoras al régimen en la ciudad de Iquique, buscando evidenciar las tensiones entre la concepción tradicional de la maternidad presente tanto en el discurso público de la dictadura como a nivel social, con las formas de asumir la participación política desde el ser madres. Como hipótesis, se plantea que los discursos en torno al ideal de maternidad disputaron los sentidos y autopercepción de las mujeres activistas, y si bien el rol de madres no operó como limitante a su participación sociopolítica, sí atravesó sus experiencias y fue un factor que moldeó las formas de participación, tiempos de dedicación y roles que asumieron en las organizaciones. La metodología contempló el análisis cualitativo de fuentes orales, prensa escrita, discursos y documentos emanados de la Junta Militar, además de revisión bibliográfica; en el plano teórico, se trabajó desde la historia social, la historia del tiempo presente y la historia de género.

Palabras clave: Dictadura, Género, Maternidad, Participación sociopolítica, Activismos.

Maternity and Political Action: tensions and strategies of women opponents of the Civic- Military Dictatorship in Iquique (1973-1989)

Abstract: During the Chilean military dictatorship, different social sectors mobilized against the regime, with women being an important group in the anti-dictatorial struggle present in multiple organizational spaces. This article aims to analyze from a critical perspective and gender approach, different trajectories of activism of women mothers opposed to the regime in the city of Iquique, seeking to highlight the tensions between the traditional conception of motherhood present both in the public discourse of the dictatorship and at the social level, with the ways of assuming political participation from being mothers. As a hypothesis, the discourses around the ideal of motherhood disputed the senses and self-perception of women activists, and although the role of mothers did not operate as a limitation to their socio-political participation, It did pass through their experiences and was a factor that shaped the forms of participation, dedication times and roles they took on in organizations. The methodology included qualitative analysis of oral sources, written press, speeches and documents issued by the Military Council, as well as bibliographic review. At the theoretical level, we worked from the social history, the history of the present time and the gender history.

Keywords: Dictatorship, Gender, Motherhood, Sociopolitical participation, Activism.

Introducción

El1 Golpe de Estado de 1973 en contra del gobierno constitucional de la Unidad Popular, dio paso en Chile a 17 años de dictadura cívico militar, que además del ejercicio autoritario del poder, se destacó por el uso de la violencia política sistemática y la violación de los derechos humanos de sus opositores. Durante este periodo, múltiples actores sociales desarrollaron formas de resistencia y estrategias de recomposición del tejido social para recuperar la democracia, de formas diversas tales como la reorganización de los partidos políticos proscritos por el régimen, la formación de organizaciones sociales (culturales, territoriales, estudiantiles, etc.), la articulación de grupos armados, organismos defensores de derechos humanos, sindicatos, entre otros.

El fenómeno de la resistencia a la dictadura para el caso específico de la ciudad de Iquique, ha sido poco explorado por la historiografía, consideramos que existe una urgencia por abordarlo para enriquecer la comprensión de la sociedad regional y su pasado reciente, a la vez que incorporar memorias de sus protagonistas. Un elemento central para comprender la emergencia de formas de resistencia y movilización social en Iquique, es la proximidad geográfica con el Campo de Prisioneros Políticos de Pisagua, sitio emblemático de las violaciones a los derechos humanos y uno de los principales centros de detención del norte del país. A este lugar fueron trasladados cientos de prisioneras y prisioneros políticos de Iquique durante la primera fase represiva entre 1973 y 1974, y luego en la década de 1980 operó como centro de relegación; la relevancia que adquirió Pisagua no sólo dice relación con la magnitud del ejercicio de la violencia, sino con la existencia de vínculos sociales –familiares, vecinales, de amistad, etc.- con las personas detenidas que marcaron la experiencia de la sociedad iquiqueña frente al terror de Estado.

De esta forma, aquello que estaba ocurriendo en Pisagua generó un impacto en la comunidad local, y si bien no es posible afirmar que haya sido el factor determinante del surgimiento de formas de resistencia a la dictadura, sí es posible establecer una conexión con el hecho de que personas e instituciones se movilizaran para denunciar las violaciones a los derechos humanos e ir en ayuda de las y los prisioneros y sus familias. Nos encontramos en este periodo con una intensa actividad de organizaciones de derechos humanos, fuertemente vinculadas a las iglesias y comunidades cristianas, como también al mundo del arte y la cultura, desde donde se tejió una red de acción y movilización permanente. A la par, se reorganizaban los comités regionales de partidos de izquierda y paulatinamente el mundo sindical.

En todas las expresiones de resistencia, hubo una significativa presencia de mujeres que tendió a ser invisibilizada o infravalorada en la memoria colectiva, producto de la construcción de roles e identidades de género que asocia la política a los hombres y posiciona a las mujeres como acompañantes o sujetos secundarios. La presente investigación, busca visibilizar estas trayectorias, tomando distancia del marco interpretativo tradicional de la participación social de las mujeres. En la pesquisa, basada principalmente en fuentes orales2, se detectó un elemento que se repite entre mujeres que participaron en diferentes espacios: la experiencia de la maternidad. En ese sentido, el objetivo es explicar cómo las concepciones en torno a la maternidad se cruzan con las experiencias de participación política, tensionando los discursos tradicionales que, por lo demás, fueron reforzados por el régimen. A modo de hipótesis, planteamos que dicha tensión entre los roles tradicionales de género en torno a la maternidad y la praxis política, definió las formas y condiciones de participación de estas mujeres, en cuanto a los tiempos destinados al hogar y a las organizaciones, a las tareas y funciones asumidas al interior de éstas, y a la experiencia misma de la maternidad marcada por el peligro, la violencia y los miedos.

Consideramos que el tema de la maternidad durante la dictadura ha sido abordado en dos sentidos separados entre sí, por una parte se ha analizado el orden de género de la dictadura y su apelación a la maternidad (Tessada, 2010), y por otro lado se han estudiado las maternidades de mujeres militantes o prisioneras políticas (Trias, 2023; Álvarez y Laino, 2020), por tanto nuestra propuesta busca integrar ambas dimensiones para dar cuenta de cómo el proceso de la maternidad puede ser considerado como un escenario de disputas políticas y de sentidos, tensionando las representaciones de género de las y los sujetos involucrados.

El artículo se divide en dos apartados. Inicialmente, analizaremos la construcción del discurso de la dictadura en torno a la feminidad, enfatizando la importancia asociada a la función materna, además de aproximarnos a determinados mecanismos de participación social de mujeres promovidos por el régimen en el escenario local, en donde se expresan sus concepciones de género, tanto a nivel simbólico como en la práctica. Posteriormente, se abordan algunas consideraciones sobre la participación de las mujeres opositoras a la dictadura, caracterizando las principales formas de resistencia a escala local, en donde se identifica cómo sus experiencias de maternidad tensionan los límites y discursos de género presentes en el periodo, incidiendo sobre sus trayectorias de participación sociopolítica.

El ideario de la mujer-madre de la dictadura cívico militar chilena

Uno de los principales objetivos de la dictadura en Chile fue el plan de Reconstrucción Nacional, el que consistía en la extirpación del comunismo y reconfiguración de la sociedad chilena a partir de nociones fuertemente conservadoras, de modo que las representaciones en torno a la feminidad fueron un elemento fundamental (Sepúlveda, 2014). La Junta Militar, a través de sus esposas, expresó tempranamente su concepción sobre el rol de la mujer para lograr este objetivo, encarnado en la imagen de la mujer-madre:

La madre que es el pedestal donde se afirma la familia, es para nosotras, lo más importante socialmente; ella forja el espíritu del niño, alienta al del marido, cuidando de darle al hijo los primeros conocimientos de la vida [...] Por esto, la madre debe estar preparada no solo con su cariño y comprensión, sino que también de conocimientos que le faciliten y den mayor éxito a su tarea [...] no olvidéis vuestro papel de samaritana o heroína (Esposas de la Junta Militar, 1973).

Así también lo expresó Pinochet, entre las declaraciones de principios de la Junta Militar:

Finalmente, el actual Gobierno considera que toda la tarea antes reseñada ha de encontrar en la familia su más sólido fundamento, como escuela de formación moral, de entrega y generosidad hacia los semejantes, y de acendrado amor a la patria. En la familia, la mujer se realza en toda la grandeza de su misión, que la convierte en roca espiritual de la patria (Declaración de Principios del Gobierno de Chile, Augusto Pinochet, 1974).

Por otra parte, existió una estrecha relación entre estos valores morales con el pensamiento religioso católico, lo cual no es un tópico externo a cómo el régimen dictatorial influenciaría a la sociedad chilena. Es importante tener en cuenta que para la década de 1970, la población chilena se declaraba mayoritariamente católica, con un porcentaje de 80,88% de la población total (CENSO, 1970) y esto sería un elemento fundamental para la validación de la Junta Militar, la cual apeló a los discursos valóricos cristiano-católicos y los expuso como paradigma de moral patriota y ciudadana. Entre estos discursos, emerge la imagen de la virgen María como ejemplo de madre y mujer, lo cual tiene especial significancia en la región de Tarapacá, por su idiosincrasia católica y masiva devoción popular mariana, que se refleja en fiestas religiosas locales como la Virgen del Carmen de la Tirana.

[...] ella se presenta como una piedra angular pero en el plano ético-moral. Precisamente, aquí es donde entran en juego los valores religiosos que se presupone que la mujer encarna, esto es, el ideario Marianista o culto a las cualidades de la Virgen María. [...] Sin embargo, se añade un elemento importante que se configura como otra labor que la mujer ha de llevar a cabo para que funcione el régimen pinochetista” (Maravall, 2004).

También es importante recalcar que la dictadura utilizó un discurso de equidad entre hombres y mujeres, pero desde un punto de vista dicotómico –masculino/femenino, fuerte/débil, etc.-, que reconoce a la mujer capacidades que los hombres no poseen, pero a su vez dichas capacidades son relacionadas con supuestos biológicos, puntualmente con su capacidad reproductora, lo cual limita su participación en la esfera pública (Aránguiz et al., 2020). Un ejemplo de esto es una declaración hecha por el Coronel Samuel Silva en 1976 en la revista Qué Pasa:

Creo que la mujer es biológicamente diferente al hombre, desde luego, porque si sólo nos remitimos a su facultad de concepción ya en eso es superior al hombre. Desde el punto de vista de lo intelectual, puede desarrollar tareas profesionales, con algunas limitaciones, por supuesto, pero también limitaciones que tienen el hombre en otro sentido (Qué Pasa, 20 de mayo de 1976).

A su vez, se apelaba al recuerdo de los momentos difíciles para las madres durante el gobierno de la Unidad Popular, por ejemplo, el general Pinochet entre sus discursos dirigidos a las mujeres de la nación hizo énfasis en las “colas” que se generaban para acceder a la comida producto de la escasez, lo cual había afectado de forma directa a las madres y sus familias (Junta Nacional de Gobierno, 1974). De esta forma, se comprende que para la dictadura la madre era un pilar fundamental en la reconstrucción de la patria, apelando a una supuesta naturaleza e instinto maternal de alimentar y cuidar a sus hijos y familia. De esta forma, se generaron discursos y estereotipos de mujer propiciados por la dictadura, donde las mujeres-madres tenían un rol fundamental en la lucha anticomunista, en torno a los valores éticos de la patria, proyectados en sus hogares, pero sin aparecer como protagonista de la acción política sino más bien como objetivo de la política:

En definitiva, en el discurso del Régimen Militar la mujer quedó circunscrita al mundo privado, y excepcionalmente cuando decidió salir de él fue para salvar del peligro a la Patria amenazada y en adelante su relación con el mundo público fue para profundizar sus roles tradicionales como voluntaria o socia de Centros de Madres. No hubo un interés por incorporarlas en otras áreas de la vida social, a pesar de que hubo mujeres que participaron en cargos de gobierno, no fue esta una política programática del gobierno. En general, en el discurso se llamó a las mujeres a adherir a la tarea de reconstrucción nacional desde lugares privados y subordinados (Maravall, 2004).

El interés del régimen sobre las mujeres se basaba despolitizar la figura materna y situarla en la esfera privada de lo doméstico, pero a su vez la usarían como medio para lograr sus objetivos de legitimación social (Sepúlveda, 2014) y eliminar el pensamiento de izquierda, posicionándolo en los límites biológicos de la feminidad. El hecho de que para la dictadura la mujer fuese la base elemental de la familia, es decir quien cría y forja a los futuros ciudadanos de la nación, fue el punto clave para la creación de instituciones y discursos dirigidos hacia las mujeres, y especialmente a las madres de Chile, así como también generó mecanismos de participación social desde sus representaciones del género.

Es en este contexto que los Centros de Madres cobraron relevancia política y su labor se orientó a acentuar los estereotipos femeninos conservadores de la dictadura. Los Centros de Madres fueron promovidos desde el Estado en la década de 1960, para potenciar la organización formal de las mujeres y fortalecer sus roles tradicionales al interior del hogar, y con ello elevar el bienestar de las familias –especialmente de sectores pobres-, de modo que su función resultó estratégica para los objetivos del régimen en relación con el ideario que se quiso proyectar sobre las mujeres. De este modo, la coordinación de los Centros de Madres fue traspasada a una entidad de carácter privado, CEMA Chile, presidida por Lucía Hiriart de Pinochet; la impronta paternalista se expresó de distintas formas, una que llama la atención es el hecho de que las voluntarias y colaboradoras de CEMA Chile fuesen en su mayoría esposas de militares o mujeres de la elite, mientras que las socias receptoras de los beneficios eran mujeres del mundo popular. Así, podemos observar el interés de la Junta Militar en reafirmar determinados roles de las mujeres y las madres, y limitarlos a lo que se consideraba el instinto y naturaleza de lo femenino, desde donde se permitía participar a la mujer de la esfera pública, pero sin desvincularla de su mundo doméstico-privado, de la labor de crianza, del cuidado del hogar, de su rol madre-esposa que era, según el pensamiento conservador, donde pertenecía.

Otra forma de participación social que operó en el periodo, y puntualmente en el plano local, fueron organizaciones funcionales: los voluntariados de ayuda social como Cruz Roja y Damas Voluntarias del Hospital Regional. En la ciudad de Iquique, la Cruz Roja fue fundada el 23 de marzo de 1944, bajo el directorio de Ethel Reid de Vigneaux, siguiendo las premisas humanitarias y la misión que inspiraba a Cruz Roja Internacional de atención a la población desvalida, y si bien en origen era un organismo mixto, se caracterizó por su componente femenino casi absoluto hasta mediados de la década de 1980 (Lo et al., 2022). En tiempos de dictadura, el emblema de solidaridad de la Cruz Roja se mantuvo vigente y operó como un organismo de la sociedad civil totalmente independiente, que trabajó en red junto a otras instituciones en la atención de necesidades básicas de la población, realizando operativos, campañas preventivas, talleres y capacitaciones que giraban en torno a asuntos como el cuidado de la salud individual y pública, educación, alimentación, asistencia a las infancias y la maternidad, amor y cuidado a la vejez.

No obstante su autonomía política e institucional, la labor de sus voluntarias fue constantemente exaltada por el régimen militar, pues encarnaba muchas de las virtudes femeninas analizadas anteriormente, vinculadas al modelo marianista que circulaba en Chile: mujeres abnegadas, a imagen y semejanza de María y su misión evangelizadora, representándola como mujer, madre y esposa ejemplar, aludiendo al ideal del eterno femenino (Pérez, 2021). Ello proporcionó fuerza a este imaginario colectivo de lo que debía representar el ser mujer, es decir, las voluntarias eran mujeres conscientes de las desigualdades sociales, compasivas y solidarias, sensibles ante todo problema deshumanizante, y debía acompañarlas la capacidad de generar sacrificios personales en beneficio del bien común. Por lo demás, debían ser servidoras despolitizadas, y si bien Cruz Roja cumplió un importante papel mediador en favor de los prisioneros políticos ubicados en lugares emblemáticos como el Estadio Nacional en Santiago (Castro, 2021), en el plano local no lograron el mismo nivel de incidencia, pues según relató una voluntaria de la filial Iquique, en 1973 la presidenta intentó atender casos humanitarios de prisioneros de Pisagua, sin embargo no pudieron acudir a dicha localidad y sólo pudieron enviar medicamentos, siendo posteriormente tildada de “comunista” (Testimonio de D.F).

El periódico de principal circulación local destacó esta labor en distintas publicaciones en donde era frecuente leer los discursos de aniversarios, colectas, bingos y titulaciones de las damas de la Cruz Roja, en donde se expresan concepciones sobre el género con adjetivos que se le atribuían particularmente a las mujeres, acercándolas a la sacralidad mariana; se establece, entonces, que existía una correlación entre la percepción de las propias voluntarias con las representaciones sociales en torno a la feminidad desplegada en el espacio público, destinada a la asistencia social, lo cual fue utilizado por el discurso público de la Junta Militar. Resulta ilustrativo el discurso de Carmen Kunstmann Hameau, directora de relaciones públicas de la Cruz Roja filial Iquique, en 1978:

Al traspasar sus puertas he palpado amistad, renunciamiento, abnegación, sacrificio, ternura, eficiencia, diligencia, voluntad. Necesidades superadas como por magia o Gracia Divina: miseria paliada, salud recuperada […] Mis palabras de hace tantos años terminaban con un altivo orgullo ‘por ser mujer -por ser católica- por ser chilena’. Debo hoy agregar: También por ser ‘Cruz Roja’(Archivo de prensa Cruz Roja filial Iquique, 1978).

Por su parte, las Damas de Rojo –que sesionaban en el edificio de Cruz Roja- se dedicaron al acompañamiento de pacientes hospitalarios, bajo una lógica similar de despliegue público de las labores de cuidados asociadas a la feminidad, por lo cual también gozaban del prestigio social en razón de representaciones sociales de género, siendo mujeres compasivas y solidarias ante el prójimo:

Las Damas de Rojo. Oportuna y precisa la denominación popular: Damas por su alcurnia moral y espiritual y rojo por el color de su tenida que viene a presentar un reflejo del amor al prójimo y del sacrificio por el humilde […] Su único lema es: ‘servir al prójimo’, y en su afán de servir prefieren regalarse con el ambiente impregnado de desinfectantes en la sala de un hospital, antes que con una mesa de “canasta” o de “bridge”(Archivo de prensa Cruz Roja filial Iquique, 1978)

Las labores reproductivas asociadas históricamente a las mujeres, se trasladaban al espacio público mediante los múltiples operativos realizados en las poblaciones para combatir la pediculosis de niños y niñas, también en las actividades enfocadas en los cuidados a los adultos mayores, las campañas de vacunación infantil, los cursos de manipulación de alimentos y la orientación a las comunidades escolares en estas materias. Es interesante destacar que una parte de las voluntarias eran mujeres profesionales, por tanto se establece que las mujeres eran destacadas en su potencialidad como cuidadoras –asociada a la función materna-, pese a que estuvieran insertas en el mundo laboral, ya que persistía la construcción social de sus roles de género, sin transgredir su “ser mujer”, de modo que a las mujeres se les permitía participar de la esfera pública funcionalmente en todas aquellas actividades que ayudarán a mantener el orden social en las materias que más se requerían, como por ejemplo atender la extrema pobreza, la marginalidad o el alcoholismo. Como señala Javiera Meneses (2013) los voluntariados, si bien tenían como objetivo central paliar y asistir las necesidades sociales, también respondieron a un margen institucional, que empujaba a la integración activa de los sectores populares a las dinámicas sociales regulares, para evitar poner en riesgo el funcionamiento social:

Sostiene la necesidad de mantener al individuo “dentro” del margen institucional, catalogándolo e identificándolo para que posteriormente no se vuelva “riesgoso” para el funcionamiento de la sociedad. De la misma forma la integración, que se supone un avance, busca amoldar a los sujetos incorporándolos de manera más activa a las dinámicas sociales, a través de programas y beneficios para la superación, sin romper con la lógica de dominio y control que en ella se esconde (Meneses, 2013).

Por tanto, a nivel local se destacaba la función solidaria y la feminización de la asistencia social voluntaria, de modo que se exaltaba una imagen de mujer que promovía el bien común como ejercicio de su ciudadanía, y no es un hecho menor que la primera mujer en llegar a la alcaldía de Iquique en 1981 –designada por Pinochet- fuera presidenta de la filial de Cruz Roja. Marta Marcich declaró a la prensa que alcanzó el sillón edilicio a partir de su arduo trabajo en el voluntariado, mediante el trabajo mancomunado con mujeres en otras instancias de la sociedad civil:

En esta labor, no se espera cumplirla para recibir reconocimientos. Las tareas se cumplen para lograr el bien común que es el propósito de este gobierno [...] En un 70 por ciento son las mujeres quienes están llevando el trabajo de Juntas Vecinales. Con un sentido vocacional que es propio de la mujer chilena, dispuesta siempre a servir a su comunidad. Los hombres de a poco se están integrando, son más exigentes, pero respeto su manera de ser, ya que le da dinamismo a las acciones para encontrar una solución rápida(Archivo de prensa de Cruz Roja filial Iquique, 1983).

Su designación como alcaldesa remite a la relevancia pública de su labor como voluntaria y del modelo de mujer que encarnaba, además de la valoración del tipo de participación social femenina que era funcional al proyecto societal de la dictadura. De esta forma, es posible establecer que el régimen cívico militar no excluyó a las mujeres de la participación social y política, sino que generó los espacios y los cánones valóricos que viabilizaran su acción en consonancia con disposiciones de género conservadoras, es decir mecanismos que de forma dialéctica generaban inclusión y exclusión.

Ahora bien, ¿Qué sucedía con aquellas mujeres que se posicionan desde otros lugares para participar socialmente, o que no encajaban con el ideal de feminidad del discurso hegemónico? ¿Cómo operaron los mecanismos de control sobre la figura de las mujeres-madres opositoras? ¿Qué puntos de encuentro, conflicto y negociación se evidencian a través de las trayectorias de activismos de mujeres-madres a nivel local? Intentaremos aproxima algunas de estas interrogantes a partir del ejercicio crítico sobre la memoria de mujeres de Iquique durante la dictadura.

Género y participación sociopolítica durante la dictadura cívico militar

En consonancia con la disposición tradicional de roles de género, la participación política ha sido asociada históricamente a la masculinidad, lo que ha determinado formas de exclusión de las mujeres de la esfera pública, cuya máxima expresión fue la ausencia de derechos políticos y civiles, los cuales fueron conquistados tras décadas de luchas feministas. Pese a lo anterior, las mujeres generaron espacios propios de articulación que desdibujaron el sentido estricto y excluyente del fenómeno de lo político –vinculado a los partidos y la formalidad de las instituciones del Estado- (Luna, 1994), así nos encontramos a lo largo de décadas en Chile con clubes femeninos, sociedades de obreras, organizaciones feministas y de mujeres, e incluso partidos políticos femeninos (Gálvez et al., 2021). En ese sentido, las acciones y formas de participación de las mujeres en la escena pública, han estado marcadas por discursos en torno al género, a partir de lo cual se forjaron diversas experiencias de organización en distintos procesos sociales. De esta forma, consideramos que el análisis histórico en clave de género permite no sólo visibilizar estas experiencias, sino comprender la complejidad de las relaciones, jerarquías, conflictos y negociaciones que devienen de su especificidad.

En los primeros días tras el Golpe de Estado, se ha constatado a nivel nacional una alta presencia de mujeres en acciones individuales y colectivas de búsqueda de sus familiares detenidos –principalmente hombres-, y en la generación de redes de apoyo para quienes estaban siendo víctimas de la represión (Peñaloza, 2015). La defensa de los derechos humanos ocupó un lugar central en el accionar político de las mujeres durante la dictadura, así como también otras acciones en que desplegaron saberes asociados a la feminidad, como fue la organización de las subsistencias mediante ollas comunes en contexto de la crisis económica que afectó al país en la década de 1980; por otra parte, permearon distintos espacios de la lucha antidictatorial como partidos políticos, sindicatos y organizaciones pro democracia.

Durante la década de 1980, gracias al encuentro constante y a factores propios del contexto nacional y global, se generó un debate entre las mujeres en relación con su propia condición y las problemáticas que las aquejaban, lo que devino en la conformación de organizaciones que incorporaron la dimensión de género a la lucha por la recuperación de la democracia, bajo el lema “Democracia en el país y en la casa”, de esta forma, se configuró un movimiento de mujeres y feministas que fue clave en el proceso de apertura democrática (Palestro, 1991). La historiografía ha comenzado a atender a este fenómeno para el caso de las dictaduras en el Cono Sur en general, no sólo al incorporar a las mujeres como un actor histórico relevante, sino en problematizar a partir del género las implicancias de su presencia y su actuancia, especialmente desde los estudios feministas. Como se señaló inicialmente, son escasas las referencias a la participación de las mujeres en la resistencia a la dictadura para el caso del norte de Chile, especialmente para la ciudad de Iquique, es por ello que creemos necesario visibilizar las distintas formas de acción que desarrollaron a lo largo del periodo.

A partir del mismo 11 de septiembre, y en la medida que se esparcían las noticias sobre la detención de militantes y activistas, las mujeres asumieron importantes roles en la reorganización de los partidos de izquierda y en otras tareas que dieron paso a la conformación de nuevas organizaciones. Una de nuestras entrevistadas señaló que tras el Golpe de Estado comenzó inmediatamente a trabajar junto a la dirección clandestina del Partido Comunista, asumiendo luego como encargada de finanzas, además de cumplir tareas de elaboración y distribución de propaganda y facilitar su hogar para recibir a militantes que estaban de paso por Iquique, lo que en sus palabras era “construir partido” (Testimonio de G.O.).

Como se destacó anteriormente, la rápida activación de redes de apoyo para las personas detenidas y sus familias, movilizó a las mujeres en el plano local, a partir de lo cual se perfilaron las primeras organizaciones en defensa de los derechos humanos. Según J.R., en las primeras semanas tras el golpe de Estado se conformó un grupo en apoyo a las y los presos políticos de Pisagua, indica que “De ahí nació el grupito, entonces estaban las esposas de unos de los que venían de Pisagua, otras vecinas de los sectores. Y ahí nos reuníamos […] y así no nos dimos cuenta cómo formamos el grupo, eran puras mujeres” (Testimonio de J.R.), pese a que la idea inicial no fue convocar únicamente a mujeres, y a que posteriormente también se integraron hombres, la presencia femenina fue mayoritaria durante todo el periodo. Este grupo funcionó a lo largo de años de forma autogestiva y contó con un espacio seguro para reunirse en el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes Gruta de Cavancha, en donde también se vinculó con la comunidad cristiana de dicha capilla; la confluencia con otras comunidades cristianas en la denuncia de los atropellos cometidos por la dictadura, dio paso en 1984 a la formación del Comité Permanente de Solidaridad, que reunió también a profesionales y al mundo de la cultura (Cerda, 2023).

Es importante destacar que dadas las características del contexto social de Iquique –una localidad relativamente pequeña y con una cantidad de población considerablemente menor que otras ciudades del país-, las y los activistas participaban en más de una organización, esto permitió un dinamismo e intercambio constante de ideas y prácticas, a la vez que entrelazaba los esfuerzos, la creatividad y las acciones de distintas organizaciones con los objetivos comunes de resguardar de los derechos humanos y recuperar la democracia.

En torno a las experiencias de las mujeres entrevistadas, se entretejen diversos relatos de resistencia y acción contra la dictadura, que encuentran un punto en común en relación con vivir la maternidad en medio de un contexto de violencias, terror de Estado, crisis económica y urgencia de transformaciones sociales estructurales que requerían de la movilización de todos los sectores opositores. Pero además de las condiciones políticas, existió una tensión entre sus propias vivencias y los discursos hegemónicos analizados anteriormente, por tanto la maternidad se configura como un campo en disputa. De esta forma, consideramos que el proceso de la maternidad de estas mujeres no siempre deviene en transgresión a las normas sociales y discursos de poder, sino también en negociación y tensión, principalmente por la percepción de sí mismas como madres y las reflexiones actuales que se generan desde la memoria.

La represión política de la dictadura tuvo un carácter sexuado, es decir que se ejercieron formas de castigo diferenciadas y específicas hacia las mujeres, tendientes a disciplinar y controlar sus cuerpos (Vidaurrázaga, Ruiz y Ruiz, 2020) por cuanto eran opositoras políticas, pero también transgredían el modelo de mujer vinculada a la esfera privada. Las ex prisioneras políticas de Pisagua relatan las constantes amenazas a la integridad de sus hijos que se encontraban en Iquique, e insultos referidos a su condición de malas madres, como parte de la violencia psicológica que ejercieron los militares. Al momento de sus detenciones se puso en riesgo la vida de sus hijos e hijas, comenta O.F. –militante comunista- que:

Veo el furgón, no alcancé a retroceder, me vieron, porque me andaban buscando […] Entonces yo entré, busqué mis 4 hijos y los puse en la puerta, dije que yo no me iba a dejar que me embarcaran, entonces les dije a mis hijos: cualquier cosa que pase, le dicen a su papá que me busque. Entonces bajaron los militares con las metralletas y me amenazaron con metralleta delante de ellos, entonces ellos lloraban calladitos, yo los miraba y tuve que subir, porque si no me subía…y esta es la parte que a mí me duele mucho, lloran calladitos, tienen miedo” (Testimonio de O.F.).

Por su parte, La señora J. T. narra cómo fue el allanamiento en su casa y posterior detención irregular, en presencia de su esposo y 3 hijos menores de edad, por haber sido funcionaria pública durante el gobierno de Salvador Allende:

Y cuando fui detenida me fueron a buscar como a las once de la noche [...] y ahí entraron ¿cierto? Y el colchón matrimonial lo rompieron con una cuchilla para ver qué había... y estaban mis tres hijos, el mayor de trece años... y él lloraba po’, decía que no se llevaran a su mamá ‘’porque la mamá es linda y buena’’, y a él lo pusieron de rodillas mirando a la pared y apuntándolo con un fusil, que se callara. ...Entonces mi hija se tiró a mis brazos y decía ‘’entonces yo me voy con mi mamá’’, entonces fue un drama terrible, y que la pescaron y la tiraron por allá y partí” (Testimonio de J. T.).

Mediante sus agentes represivos (militares y civiles colaboradores), la dictadura se dedicó sistemáticamente a marginar, castigar y perseguir mujeres que participaban en la resistencia. La señora V.V. explica que fue reclutadora de nuevos militantes del Partido Socialista en Iquique, y la perseguían constantemente aun cuando estaba con sus dos hijos menores de 4 años:

Sí, te afecta psicológicamente muy fuerte, y te afecta la tranquilidad porque tú nunca más vives tranquila... mis hijos se habían dado cuenta de que nos seguían, ellos se dieron cuenta solitos... afecta mucho, te afecta dormir, la armonía... te duele mucho. Mira, y ese es un dolor que te queda para siempre (Testimonio de V.V.)

En estos relatos, se expresa un sentimiento de angustia frente a la exposición de sus hijos a la violencia, cuya marca dolorosa ha trascendido hasta la actualidad. Es importante destacar que estos hechos traumáticos no frenaron la participación sociopolítica de estas mujeres –inclusive en el caso de las ex prisioneras de Pisagua-, pero sí incidieron en la toma de decisiones respecto de sus activismos, por ejemplo en relación con los periodos dedicados al activismo y sus posibilidades de compatibilizar la vida familiar. A.M. participaba en la Agrupación Cultural de Tarapacá –que generó expresiones de arte político mediante la literatura, la música y el teatro-, pero interrumpió su activismo para desarrollar su proyecto de familia. De su experiencia se desprende que consideró incompatible la actividad política con la crianza de sus hijos, no por mandatos sociales de género sino por el peligro que implicaba para su familia, especialmente desde sus propios temores tras haber experimentado la tortura y la prisión política:

La Agrupación Tarapacá fue espectacular en Iquique porque hicieron un trabajo maravilloso, yo estuve con ellos hasta que me volví a casar, me embaracé, porque me entró el miedo por los hijos ya, eso es más fuerte, que me fuera a pasar algo a mí, mi hija se iba a quedar sola… pero igual iba a las marchas, si tenía que ir iba, la dejaba encargada con mi hermana y partía igual (Testimonio de A.M.)

En un sentido diferente, J.R. señaló que al iniciar su activismo en defensa de los derechos humanos ella se comprometió con su marido a no volver a participar una vez conseguido el retorno a la democracia, separando su sentido del deber con la causa de su rol de madre y esposa, al cual retornaría para su ejercicio pleno una vez cumplida su misión social. Ella asumió la presidencia del Comité Permanente de Solidaridad (CPS), cargo que le valió notoriedad y por ende también persecución política, y relata que realizaba sus gestiones fuera del hogar y mantuvo a su familia al margen de sus actividades, quienes incluso no se enteraban cuando sufría detenciones:

La última detención fue en el mes de mayo, ahí estuve desaparecida cuatro días, claro acá en la casa no se preocupaban mucho, porque el viejo me daba los mensajes cuando me llamaban por teléfono, y yo me iba a Lan Chile, sacaba el pasaje y me iba, pero yo tampoco avisaba acá pa` dónde iba, por seguridad porque yo no sabía qué podía pasar (Testimonio de J.R).

El resguardo de la seguridad de las y los hijos, implicaba para estas mujeres limitar la información sobre sus vínculos políticos y sus actividades a sus familias, A.M. recuerda que “Roncho también trabajó en la clandestinidad, nunca supe en qué, porque nunca me lo dijo, porque había que cuidarse: ni él sabía lo que yo hacía, ni yo lo que él hacía, porque uno de los dos tenía que quedarse con la niña, siempre hablábamos de eso” (Testimonio de A.M.).

Además de los propios miedos, existió también una presión externa que generó inseguridades y cuestionamientos a su rol de madres, producto del juicio social a partir de la mirada de otros. En el caso de O.F, comenta que su marido la culpaba de la alteración a su situación familiar: “Lo único que mi marido, además que no era de izquierda, y a mi me estaban buscando y él me estaba retando, que “por culpa tuyo y que los niños que yo no estoy metido en ninguna cosa y ahora voy a pagar yo”, y los niños lloraban porque yo no estaba” (Testimonio de O.F), de esta forma la militancia política se presenta como antagónica al rol tradicional de la mujer en el hogar, y las consecuencias de la represión no son asociadas al contexto dictatorial, sino a la responsabilidad –o irresponsabilidad- de la mujer. Por otra parte, señala A.M. que llegó a cuestionar su maternidad al de sentir que había sido una madre dañada –producto de las secuelas psicológicas que le dejó la prisión política- y que no entregó una buena crianza a sus hijos: Uno no se da cuenta pero mis hijos todos tienen problemas, porque los crió una mamá miedosa, ansiosa… entonces digo “pucha, a lo mejor no tuve que haber tenido hijos”, pero… ¡por qué yo no iba a poder tener hijos!” (Testimonio de A.M). Se enfrentan, por tanto, concepciones en relación a la imagen de la buena madre –reforzada por los discursos sociales de género, y especialmente exaltados por el régimen- con sus propias experiencias. De esta forma, si bien no reniegan de su participación sociopolítica pero sí expresan sentimientos de culpa, en sus relatos coexiste la reivindicación de sus trayectorias políticas, con las tensiones de sus experiencias como madres.

Conclusiones

En este artículo nos hemos propuesto analizar la compleja relación entre los discursos hegemónicos en torno al género y la maternidad, con las experiencias de mujeres que fueron madres militantes y activistas sociales opositoras a la dictadura, en un contexto específico que es Iquique.

En primer lugar, se ha caracterizado el orden de género de la dictadura y, en específico, cómo operó en la práctica el discurso público de la Junta Militar hacia las madres, mediante la utilización dispositivos de participación social que encarnaban virtudes y mandatos sociales de la feminidad conservadora. Estas entidades cumplieron un rol fundamental en materia de asistencia social, la cual se destacó por su profundo sentido humanitario, su atención latente por las necesidades sociales y su fiel compromiso con los sectores populares; por otro lado, operaron en el reforzamiento de la feminización de la labor de cuidados. Al mismo tiempo, se identificaron atributos de género, que entregan claves para comprender que, desde la esfera política, las mujeres fueron vistas como madres y esposas, y a su vez, como sujetos necesarios para mantener el orden social, desde su rol al interior de la familia o en su participación social vinculada al asistencialismo. Cabe destacar que tanto los voluntariados, como las juntas vecinales y centros de madres, no surgieron con la dictadura ni con los propósitos a los que tributaron, sino que fueron aprovechados por el régimen para su proyecto de sociedad.

Los parámetros patriarcales del régimen explican las lógicas generizadas de la represión política, sin embargo, el castigo de quienes transgredían los mandatos de género se inscribe en una estructura mayor, que tiene que ver con el reordenamiento de la sociedad en su conjunto. De este modo, creemos importante indagar en la construcción de la imagen de la feminidad, dado que la función materna fue considerada un pilar tanto dentro como fuera de la familia, recayendo en las mujeres el deber moral de resguardar a sus hijos y a la patria en su conjunto. Ahora bien, lo anterior no puede disociarse de sus efectos en la práctica –como ya vimos, en el funcionamiento de determinados organismos asistenciales o en el despliegue de políticas públicas-, para entender cómo los imaginarios de género operaron sobre las mujeres, y en este caso sobre mujeres opositoras al régimen.

En ese sentido, consideramos que los discursos no permean de forma unidireccional y sin un filtro o reacción por parte del receptor, por tanto así como se generó un consenso social en torno a la feminidad –el cual conjuga elementos preexistentes a la dictadura, principalmente asociados a la tradición cristiana occidental-, también hubo formas de contravenir dichos mandatos. No obstante, tampoco es posible reducir este fenómeno a una lógica de opresión/resistencia, sino que es importante atender a la complejidad del fenómeno, desde donde emergen formas de negociación y reinterpretación a partir de las experiencias particulares. De esta forma, sostenemos que la maternidad fue un campo en disputa, como señalamos anteriormente, en donde pugnan los discursos hegemónicos y las prácticas represivas de la dictadura, con las formas de asumir y compatibilizar la maternidad en medio de la resistencia al régimen, tensionando los límites de la construcción social del género, la feminidad y la maternidad. Por tanto, esta disputa de sentidos fue clave para la articulación de las mujeres opositoras, pues incidió en el tipo de participación que tuvieron, las tareas ejecutadas y los riesgos a los que estuvieron dispuestas, perfilando sus activismos según sus proyectos de familia.

Quedan abiertas muchas interrogantes y desafíos para la investigación histórica, no sólo para develar las acciones de tantas y tantos sujetos anónimos que se comprometieron con la recuperación de la democracia y participaron activamente en la resistencia a la dictadura en Iquique, sino con problematizar el complejo entramado de relaciones, imaginarios, discursos y sentidos que operaron en este periodo.

Agradecimientos: las integrantes del equipo de investigación agradecen la confianza, disposición y valentía de las mujeres que entregaron sus valiosos testimonios, así como también las experiencias compartidas y los aprendizajes que nos transmitieron.

Fuentes

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Declaración de Principios del Gobierno de Chile, Augusto Pinochet, 1974.

Entrevista a D. F., realizada el 15 de octubre de 2022, Iquique, Chile.

Entrevista a G. O. realizada el 06 de diciembre de 2022, Iquique, Chile.

Entrevista a J. R. realizada el 08 de abril de 2023, Iquique, Chile.

Entrevista a O. F. realizada el 07 de marzo de 2022, Iquique, Chile.

Entrevista a A. M. realizada el 07 de marzo de 2022, Iquique, Chile.

Entrevista a V. V. realizada el 20 de junio de 2022, Arica, Chile.

Entrevista a J. T. – Repositorio Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Recuperado de: http://testimonios.museodelamemoria.cl/page/2/?s=Golpe+de+estado

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Notas

1 Investigación financiada mediante Beca ANID Doctorado Nacional folio nº21221298, y proyecto Fondecyt Iniciación nº11230043.
2 Es importante señalar, que a petición de una parte mayoritaria de las entrevistadas, resguardaremos sus identidades y, por tanto, citaremos sus entrevistas en anonimato indicando solamente las iniciales de sus nombres y apellidos.

Recepción: 15 Mayo 2023

Aprobación: 30 Mayo 2023

Publicación: 01 Junio 2023

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