Aletheia, vol. 12, nº 24, e129, junio - noviembre 2022. ISSN 1853-3701
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Maestría en Historia y Memoria

Reseñas de libro

Milanesio, Natalia. (2019). ¡Destape! Sex, democracy, & freedom in postdictatorial Argentina. Pittsburgh, Pennsylvania: University of Pittsburgh Press, 336 pp.

Diego Labra

Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Cita recomendada: Labra, D. (2022). [Revisión del libro ¡Destape! Sex, democracy, & freedom in postdictatorial Argentina por N. Milanesio]. Aletheia, 12(24), e129. https://doi.org/10.24215/18533701e129

La cultura masiva todavía representa un objeto de estudio contencioso para las humanidades y ciencias sociales argentinas. Por esta razón ¡Destape! Sex, democracy, & freedom in postdictatorial Argentina de Natalia Milanesio (2019), recientemente editado en español por Siglo XXI como Destape. La cultura sexual en la Argentina después de la dictadura, prueba ser un aporte doblemente significativo. Ofrece una exploración extensiva sobre un tema poco trabajado como el “destape” sexual que tomó por asalto cines, televisores y quioscos argentinos luego de la recuperación de la democracia en 1983 y, para hacerlo, despliega una serie de recursos conceptuales novedosos para la bibliografía local.

La confluencia entre análisis de cultura masiva y un estudio atento a la dimensión de género confirma una tendencia reciente, pues la producción de investigadoras como Alejandra Martínez, Silvia Elizalde, Carolina Justo von Lurzer, Carolina Spataro y Malvina Silba ha probado esa intersección como una muy fértil. Igual de cierta es la conexión norteamericana, ya que este libro puede ponerse en serie con otros de académicos argentinos radicados en universidades estadounidenses, como Cuando lo nuevo conquistó América: prensa, moda y literatura en el siglo XIX de Víctor Goldgel (2013), o Museo del consumo archivos de la cultura de masa en Argentina de Graciela Montaldo (2016). En todos ellos es posible leer la influencia de una academia anglosajona donde los media studies no solo tienen más tradición y desarrollo, sino que se encuentran más integrados a las humanidades y ciencias sociales.

Desde esta fructífera intersección, Milanesio se propone “una reconceptualización” expansiva del “destape” argentino, que incluya a los “productos de mass media”, “pero que vaya más allá”, reconociendo como parte del fenómeno a un “proceso de descubrimiento y liberación sexual individual y colectivo, así como la revelación social del sexismo, homofobia e injusticia social” imperante (8; todas las traducciones del inglés por el autor de la reseña).

El libro se articula en cinco capítulos, más una introducción dedicada a interiorizar al lector estadounidense en la historia reciente argentina, y un breve epílogo. Si bien no se encuentra formalmente dividido en partes, una clave de lectura podría ordenarlo en dos grandes bloques. El primero, compuesto por los capítulos 1, 2 y 3, condensa lo más ambicioso de la apuesta teórica del libro, en tres tiempos: reconstruye el corpus, analiza las representaciones allí presentes en el contexto de su circulación y consumo y, en la medida que lo permiten las fuentes, ensayar una evaluación sociohistórica del impacto de dichas representaciones en la sociedad argentina.

El mundo de cultura masiva aquí repuesto es uno habitualmente memorializado en programas de chimentos y canales del recuerdo, pero rara vez discutido en la academia. Milanesio realiza un gran esfuerzo heurístico para cubrir el espectro completo de la industria cultural, recogiendo ejemplos del “destape” en la prensa, la televisión, el cine, la radio y el teatro. Aunque, por la contingencia material del archivo en nuestro país, los medios impresos se quedan con la parte del león de la reconstrucción.

En este respecto, un detalle señalado por la autora que podría parecer menor, pero no lo es, es que (casi) todos los productos culturales en cuestión fueron de factura local (50). Denunciado por izquierda y por derecha como un negocio sin escrúpulos, el “destape” podría pensarse como un último momento de hegemonía de la industria cultural nacional sobre su propio mercado, antes que los noventa la avasallara con la fuerza de la liberalización arancelaria y un tipo de cambio fijo barato.

Apoyándose en los aportes teóricos de críticos culturales y académicos anglosajones aquí poco citados, como Laura Mulvey, Rosalind Gill y Brian McNair, Milanesio escapa con éxito de dicotomías tautológicas sobre si el “destape fue una moda comercial oportunista impuesta” desde arriba o “una respuesta de los medios a una auténtica demanda de ansiosos consumidores”, proponiendo explorar en su lugar el “sentido” y “función social”. Desde esta perspectiva, “el destape fue al mismo tiempo causa y efecto del proceso de democratización” (63). Un “fenómeno cultural ambiguo, lleno de estimulantes contradicciones” (66) que incluyó, por ejemplo, una prensa que por igual promovió la “objetificación” de la mujer (88) y aportó herramientas para la “subjetificación” de su propia sexualidad (85).

La reconstrucción del “boom” de la sexología en los medios y librerías en el tercer capítulo es utilizado para explorar hasta qué punto la sexualización de la cultura masiva realmente impactó en la vida sexual de los argentinos. Milanesio entiende el crecimiento en la oferta de atención sexológica de manera dialéctica, como una prueba de la confianza que tenían los medios en su capacidad de afectar el deseo de sus consumidores, y como una constatación fehaciente del efecto del “destape” en una sociedad que, angustiada por los nuevos imaginarios, buscó paliativos a sus inseguridades (115).

La relación entre cultura masiva, la industria cultural que la produce, y sus consumidores aparece así representada de manera compleja. Los “medios” tienen la capacidad de amplificar ideas en la opinión pública, pero las ideas y representaciones existen a partir de una sociedad en la cual son creadas, y a la cual vuelven como una mercancía material y simbólica que es comprada, ignorada o directamente combatida. ¡Destape! presenta una industria cultural que, siempre motivada por el lucro, terminó por suplir una demanda social que otros actores sociales no pudieron o no quisieron satisfacer. En un contexto frágil, donde la promesa de avance sobre conquistas de derechos se vio mayormente frustrado, comprar de “un manual de sexo o ver una película erótica” funcionó como una afirmación, un “recordatorio diario”, “sencillo pero efectivo”, de estar viviendo en una democracia (64).

Precisamente, el segundo bloque, compuesto por el capítulo 4 y 5, traza los límites del “destape”, y cómo la cultura masiva contribuyó a visibilizar demandas que no encontraron otras vías de expresión. En contraste a la infructuosa lucha de la Asociación Argentina de Protección Familiar para lograr que el Estado asuma un rol en la alfabetización de los derechos sexuales, se agiganta la “naturaleza pedagógica” del “destape” (135). La naciente militancia feminista, bajo asedio de la Iglesia y los medios, encontró su mayor poder de difusión en esos mismos medios, en revistas como Mujer 10, programas de televisión como 20 Mujeres o el cine de Maria Luisa Bemberg, cuya Camila fue la película más taquillera de la década. El activismo de gays y lesbianas, silenciado incluso por ciertos sectores aliados con fines estratégicos, encontró en los quioscos de diarios, y hasta en la mesa de Mirta Legrand, espacios limitados desde donde visibilizar su lucha por la inclusión de la autodefinición de la identidad sexual dentro de la agenda de derechos humanos.

Los puntos flacos del libro que pueden señalarse ya son lugares comunes. Por ejemplo, anunciar que se abarcará la complejidad de la “Argentina postdictatorial”, para luego concentrarse en una realidad geográficamente más acotada ¿Cómo se vivió el “destape” en un noroeste de presencia eclesiástica mucho más potente? ¿O en una Patagonia donde la logística de un país extenso y concentrado hacen que la oferta cultural se vea severamente disminuida? En este sentido, es mejor hablar de interrogantes y problemas abiertos por Milanesio que piden ser trabajados. Otra arista interesante es la dimensión global de la circulación de conocimientos y productos culturales, la cual puede adivinarse en la formación de sexólogos argentinos en la costa oeste norteamericana, o la importación ilegal de containers llenos de Penthouse.

Quizás más difícil de digerir, en particular para ciertas tradiciones disciplinares, sea la palpable presencia del presente en el análisis de cultura masiva con tres décadas de antigüedad. Esta intención, que marida solapadamente la reflexión sociohistórica del ayer y el activismo de hoy, es explicitada en un epílogo que intenta salvar la “trampa” de creer que “nada cambia en el sexo” (239), conectando la militancia de los ochenta con la lucha por la legalización del IVE. Allí también, en unos últimos párrafos apresurados, la complejidad desplegada a lo largo del libro se deshilacha a la hora de hablar sin matices de la contemporánea “cultura pornificada”, utilizándose como ejemplos a blancos favoritos de la denuncia bienpensante como la cumbia villera, 50 Sombras de Grey, o la extravaganza de baile organizada por Marcelo Tinelli ¿Acaso no podrían encontrarse en la desprestigiada cultura masiva de hoy los mismos grises analizados en los viejos programas de los hermanos Sofovich o las oportunistas publicaciones de Perfil?

Pero toda apreciación sobre ¡Destape! es un testimonio más de lo provocador e innovador que resulta el trabajo de Milanesio, cuya traducción esperemos contribuya a promover las preguntas que aquí hemos elevado. En definitiva, el libro logra con éxito poner el foco en una parte poco trabajada de nuestra historia, reconstruyendo de manera compleja, dialéctica y dinámica la relación entre sexo y medios, entre sociedad y cultura masiva. Aún más interesante, renueva la discusión más amplia acerca de esta última y su función social en la Argentina de los últimos cincuenta años. Un debate que hace un tiempo que nuestra academia se debe.

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